viernes, 17 de octubre de 2008

Querido diario:
No creo que pudiera recordar cuál fue mi primer abrazo. Supongo que fue la primera vez que mis padres me cogieron en brazos. A lo largo de mi vida ha habido muchos abrazos especiales. Recuerdo abrazos, como aquél de una mejor amiga al enterarse del divorcio de mis padres, los de mi novio achuchándonos, ese abrazo mágico en la discoteca, los abrazos de mi hermano para calmar mi dolor, aquel último abrazo de Víctor el último día de cole, al igual que aquel último de Albert, que fue cómo de película; los locos de mi Andreita, los mágicos de mi niño de vainilla, los grandes de Marc; los nuestros, tete, para papá; los millones de Nerea y los cálidos de mi niño infinito. He tenido abrazos de todo tipo, que expresaban amor, que calmaban mi angustia, abrazos bañados en lágrimas o mezclados con risas, abrazos después de tiempo sin vernos, abrazos forzados y abrazos sinceros.
Pero querido diario, si, por un momento, alguien o algo me diera a elegir a alguien a quien abrazar... tendría muy claro a quien sería. Un abrazo simple, sencillo, pero eso sí, de los sinceros. Lo que pasa que, querido diario, me vas a permitir que me guarde el quién para mí.



No hay comentarios: